P ¿Cuándo empezaste a escribir?
R Yo creo que no empecé a escribir. Yo estuve
siempre en la escritura, pero primero
fue como un sueño y como era tan raro el sueño, decía que había soñado de esta
manera me parecía que nadie podía recriminarme nada y cuando supe
escribir, escribí.
P ¿A qué necesidad responde la escritura?
R La única necesidad que nos va quedando, que
paradójicamente se evade en el sueño, que es la realidad, irrumpe en el alma y en el
fondo no hay contradicción. Vivimos nuestra propia paradoja, no es una línea
recta la vida, ni mucho menos.
P Háblanos de las causas que te impulsaron a
escribir.
R El solo hecho de existir. Causas serían
limitativo, sería ponerlo a algo que no
tiene ni principio ni fin.
P ¿Crees que la poesía va a la infancia?
R La infancia sustenta la poesía, allí es permitida
la locura en el buen sentido de la palabra; la
locura para nuestro íntimo equilibrio. Tomada así, la infancia es la
propulsora, pero luego, en el transcurso
de vivir, se va enriqueciendo por los
estados de conciencia, por las situaciones límites que alcanzan a todos los
seres por no saber si lo que se hace tiene algún sentido. Hay un tiempo perdido
en el aprendizaje, cuando llegamos a
saber, ya ese mundo se vuelve ceniza y
no tenemos tiempo y la falta de tiempo interior también es una limitación pero
a la vez afina el sentido de la realidad,
y escribir con mayor sosiego y serenidad.
Me habría vuelto loca si no hubiese escrito, porque
la poesía, en mi caso, fue una forma de
relación.
Fui muy feliz de niña, pero el hecho de estar en la
vida, aunque relacionarse con otros seres es difícil aunque parece fácil. Conté
con la comprensión de mi padre que vivía y estaba en la poesía como si fuera
una religión; y la fe de mi madre, tan profunda, que daba seguridad a los seres
que tenía cerca de ella. Con el problema que todos tenemos por la posible
supervivencia del alma después de la muerte, yo le pregunté si ella creía que
después de la muerte si nos íbamos a volver a ver, -estoy tan segura como estoy
mirándote, me dijo-
Eso da fuerzas, reconforta, aunque fuera todo un
sueño o una gran mentira, eso da fuerzas.
Tuve un hogar muy claro. Las relaciones con mis
hermanos fueron positivas. El mayor me leía siempre temas de
filosofía y a mí me encantaba, dio un tono especial a mis lecturas, a mi
quehacer. Hoy miro hacia atrás y me parece todo un sueño.
Cada libro es un eslabón de algo que no sabemos bien
qué es, así, la poesía es como la extraña desnudez, porque va al origen de las
cosas, busca el rostro verdadero de la vida desde el punto de vista subjetivo.
También es cierto que vivimos en un mundo demencial, en un mundo que nos
atropella, y en el cual nos debatimos; y entonces no podemos ser indiferentes,
sabemos que los adelantos tecnológicos han traído muchas ventajas y ha
simplificado muchos aspectos, por otro lado el afán de descubrir y sacar mayor
beneficio de las cosas nos lleva al
borde de la desaparición.
Decía que nuestro temor es desaparecer por completo,
porque por un camino tecnológico se puede llegar a la catástrofe
universal, más allá de las catástrofes
naturales: terremotos, volcanes. El
hombre puede hacer más daño, y entonces
nos preguntamos: ¿adónde vamos?
¿adónde va la poesía?
La poesía no va hacia ningún lado, la poesía es,
tiene finalidad en sí misma.
P ¿También está la poesía en las pequeñas cosas
cotidianas?
R Pienso que
sí, que si no hubiera palabras, también
existiría la poesía, porque nos valemos de palabras pero después hay que
tirarlas para que nos dejen penetrar en la esencia de las cosas yo siento mucho
la poesía de lo cotidiano, siento que cada día es el primero de la
creación, levantarse y poder mirar, respirar,
es un privilegio que no siempre valoramos tomando el café con leche, me parece muy importante.
Fragmento de entrevista realizada en casa de la poeta
uruguaya Selva Casal en Abril de 2011 en su casa de Solymar (Uruguay) a cargo
de Concha García y Silvia Guerra.
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