Una vez resueltas las necesidades básicas: comer, dormir bajo un techo, disponer de una
red de gente con la que compartir la vida y los afectos, no hay que preocuparse
más que de mantener ese estatus, esa básica premisa para vivir. Aspiramos a
vidas felices, o al menos, simétricas, sin grandes vuelcos que nos desmoralicen
como las guerras, los estados de melancolía, muertes, enfermedades; en fin,
todo eso que también forma parte de la existencia. Si no contamos con un número
determinado de endorfinas podemos tender a la tristeza profunda, si no contamos
con un número indeterminado de deseo, podemos tender al hastío. Sabemos que
gozar de objetos de consumo no nos satisface, vemos a los jóvenes perdidos en
una absurda fiesta que los enajena. Se creen valientes, se muestran arrogantes,
maleducados, si pudieran hasta te podrían dejar tirada en una esquina. Vemos cómo
el avance del capitalismo arrasa con miradas que podrían cruzarse, embelesadas
ante las minúsculas pantallas de los teléfonos móviles, y ya no nos miramos.
Sentimos la fobia a otros cuerpos, la instauración de un nuevo legado que
consiste en cultivar el propio cuerpo llenándolo de tatuajes –que es una forma
atávica de añorar un pasado lejano, y ellos no lo saben-. La arrogancia de la
belleza huera, vacía, ensimismada, capaz de producir seres solitarios, el colmo
de la materialidad en uno mismo. En realidad nada ha cambiado, solo que hemos
ido destruyendo la Naturaleza poco a poco, naturaleza no es solo la tierra,
también somos nosotros, amarnos a nosotros mismos es una fuente de rencor e
insatisfacción. Como dijo Pasolini, las luciérnagas han desaparecido, la
cultura se ha convertido en un instrumento de barbarie totalitaria, el hombre,
la mujer, con capacidad de consumir –no hablo de los millones de desterrados y
pobres que posiblemente quintupliquen en número la población satisfecha-
producimos soledad sin experiencia, es la soledad fosilizada, inane. Como
observó Françoise Giroud, ha desaparecido la autoridad y eso ha hecho que las
personas no tengan superyo. En
términos freudianos eso quiere decir que no hay referentes ni culturales ni
éticos. Esa mayoría estupidizada abruma porque crece y crece; pero por una ley
de paridad universal, otros, otras, se apartan de ese escenario donde todo
refulge tanto que no deja ver, como ya he dicho, el brillo de las luciérnagas.
Ahora brillan seres opacos, que salen de sus escondites, que no se relacionan
con la palabra ni con el cuerpo, que aparecen como muertos vivientes, sin
embargo, no se puede estar muerto y vivo. ¿O sí?
sábado, 20 de febrero de 2016
viernes, 12 de febrero de 2016
Órfila Bardesio (poema)
Vapores
Se evapora el
volar
De las manos
Que emantan la
Geometría.
Se evaporan
los ojos
De la rama
casi dueña
Que los lleva.
Se evaporan
cabellos
De los que
dicen:
“tus cabellos”
Se evapora la
costumbre
De usar cuerpo
Como una
túnica.
Se evapora la
ventana
Abierta en
breves días.
Pero la Gracia
dura,
La Música
permanece en su aire,
Callados los instrumentos.
lunes, 1 de febrero de 2016
Sobre poesía
Acontecimiento
y El día anterior al momento de quererle.
Entre ambos poemarios distan más de
cinco años. Hay un engarce, algo que es similar y resuena más en estos libros
que en mis anteriores.
No es algo que dependa solamente de las
palabras. Las palabras, sin ese engarce con la existencia no hacen lenguaje, no
es lengua poética. No digo que sea autobiografía, digo existencia, de
velocidades cambiantes: nada permanece
fijo.
Se producen cambios, hay que estar
alerta, dejar respirar a las palabras, acaban llegando solas, llegan cuando lo
real se cruza con lo simbólico, con lo ancestral, salen del subconsciente,
tocan lo mágico –palabra rechazada por los razonadores profesionales-.
Lo mágico cabe en la realidad, forma
parte de ella, se ensarta. Como en el sueño, la realidad se bifurca y se amplía
dando lugar a situaciones temporales muy condensadas, es decir, instantes.
En estos poemas los instantes parecen fotogramas.
Un pequeño vuelo de tiempo, casi imperceptible, ahí está la huella, el
negativo. Instantes que provocan extrañamiento. Abundancia de imágenes que traspasan
la noción de tiempo donde los barcos entran o salen. El viaje del amor y la
conciencia del cuerpo que en su contingencia evocadora de movimientos interpretativos
abren el arco de las posibilidades de la realidad, allí donde se sueña esta
marcado un territorio, allí donde se escribe, se inicia una ruta.
Si la metáfora de Acontecimiento era ir hacia un no-lugar, en El día anterior al momento de quererle, la metáfora se produce en el propio viaje. No
hay lugar donde llegar, solo un presente
desmenuzado que altera el orden en busca de un territorio habitable simultáneo
a la memoria y al recuerdo de lo que todavía no ha sucedido.
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