UN BRILLO DEL NO
He visto romperse
cántaros y estaba presente.
Mi cuarto es una
playa. Se extiende.
Mi cuarto.
Compartí en lugares poco ignotos
la mirada nunca
correspondida. Nunca dispuesta.
Mi cuarto no deja
de ser un dormitorio
con una cama, en
sus garras estuve presente.
Era una geografía
limitada por demarcaciones
territoriales. Una
parca extensión de terreno
de la que emergía
una ciudad con lengua propia
donde pude ver mis
dedos
desentendiéndose
del sentimiento. Es grave
por ahí comienza todo. Lo vas a tener difícil.
Yo también. Estoy rota.
La belleza es
transitoria si no conmueve.
El centro
resquebrajado. Las aristas romas.
Me gustaba estar
sobre la cama
de mi cuarto, los
botines morían.
Yo también, pero era una valentía,
un brillo del no. Me eduqué en la
quimera
del sí a todo. El poema es un tragaluz.
Despuntaba el día
cuadrilátero.
Nuestras cabezas.
Los cántaros.
(Cuántas Llaves, Icaria, 1998)