Cees Nooteboom visitando
los jardines de la Granja de San Idelfonso, que hizo construir el
primer rey Borbón como consecuencia de
su nostalgia de Versalles, observó que los
diseñadores de los jardines franceses habían forzado a la naturaleza dentro de
un modelo rígido y enconado de figuras geométricas. El racionalismo ordena con
su método tantas cuestiones que no podemos olvidarnos de la poesía, que también
pasó y pasará por momentos
racionalistas. Pero como nada queda fijado, como nubes de paso, siempre regresan
aquellas que dejan la imaginación al descubierto barriendo toda secuela del
orden de que el caos carece.
En el siglo XVIII William Blake (Londres 1757, Ibrídem 1827)
plagó en su obra mundos de mitos, ritos, símbolos mediante la imaginación, que
para él era el verdadero mundo paralelo, es decir, de “otro reino” habitado por dioses y
dáimones que interactúan en los relatos arquetípicos que llamamos mitos.
Posteriormente Jung lo denominaría: inconsciente colectivo. Como anota Patrick
Harpur en el prólogo –una honda introducción al libro que nos encontraremos-
“La verdadera poesía sobreviene al hombre de genio capaz de ver las imágenes y
modelos que subyacen a cada persona,
sociedad y momento histórico y determinan su existencia”.
El racionalismo hizo que
nos olvidásemos de que además de alma y deberes, existe el cuerpo y sus necesidades y fantasías. Para él, el cuerpo era la parte del alma que
se percibe con los sentidos. El error fundamental de nuestra civilización ha sido la separación de la mente y el cuerpo y la
falta de empatía con la Naturaleza. Blake creó su obra apoyado por lecturas
como la Biblia, Milton, Paracelso, místicos y la Cábala. Creía que el mundo se había sumido
en la oscuridad y echaba la culpa a la filosofía de Francis Bacon, que inauguró
el método científico dos siglos antes, y
la ciencia de Newton, cuya imagen del universo funcionaba como un mecanismo de
relojería, obedeciendo leyes mecánicas y regido por un dios remoto. Todo esta
corriente de pensamiento y creencias nunca estuvo en el reverso de nada, se
simultanea conviviendo con Aristóteles,
Descartes o Freud.
A su manera, Blake fue un
pionero del movimiento hippy así como del feminismo,
ecologismo, naturismo y del estudio de la psicología al ponerla en relación
con el inconsciente. Despreciaba el sistema educativo que refrenaba la imaginación
de los jóvenes, abjuraba de la moralidad social por represora, y decía: "quien
desea pero no actúa, engendra pestilencia”.
Su interés fue derivando de una revolución social a una cósmica, para
ello inventó una genealogía. Sus libros proféticos son una tarea de años –toda
una vida- donde supo verter un universo mítico no solo mediante palabras, sus
grabados son también poemas y no complementos del texto. Pero ojo, nos
encontramos con dibujos que plasman el arrebato visionario del poeta, el jugo
de su sentir. Texto e ilustración en su adherencia atrapan el viaje imaginario
del artista inglés hacia los ínferos del ser, como diría Zambrano.
William Blake
Libros Proféticos I
Traducción y prefacios de Bernardo Santano
Introducción de PatrikHarpur
Concha García
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